Mí querido amigo Luís:
Cuando el pasado día 28 recibí la llamada telefónica de tu esposa que entre sollozos me comunicaba que acababas de abandonar este mundo, mi primera reacción de modo automático fue que mis ojos se llenaron de lágrimas y apenas pude balbucir unas palabras de condolencia rota mi voz por el dolor. Luego, una vez que el llanto fue calmándose, me vino a la memoria el estribillo de “Las sevillanas del adiós” con las que “Los amigos de Ginés” nos hicieron cantar a toda España allá por 1.975 :”Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va y va dejando una huella que no se puede borrar “y pensé que esa letra estaba escrita para ti Luís, porque tú eras un amigo, un verdadero amigo de tus muchos amigos, que cumplías con todas las connotaciones que esa palabra tiene, siempre dispuesto a echar una mano “para lo que hiciera falta”, generoso sin exigir nada a cambio, una persona en la que podías confiar y que aunque pasase un tiempo sin verte, su amistad no se resentía en absoluto.
Mucho te vamos a echar de menos querido Luís, los primeros como es lógico tu familia, esa María Antonia que lleva a tu lado toda una vida, que te dio dos hijos maravillosos y que te ha cuidado hasta el último momento con todo el enorme amor que ella es capaz de dar, luego en el siguiente escalón y con los mismos méritos ese Jorge que es una fotocopia tuya tanto físicamente como en grandeza de corazón y esa Cristo que aun que tú jamás lo hubieras confesado ni bajo tortura, era tu debilidad y que antes de que ella abriera la boca para pedirte algo, ya sabia de antemano que lo iba a conseguir.
Y por último pero también ocupando un lugar importante en tu corazón, los amigos de todos colores que compartimos contigo muchas horas de caminatas, marchas nórdicas, viajes, bicicletas, almuerzos, comidas y risas.
No contento con todas esas actividades, aún te quedaba tiempo para cuidar de tu huerto del que estabas tan orgulloso, salir a comprar con María Antonia (“para llevar la carga” me decías cuando nos encontrábamos en el Mercadona, guiñándome un ojo con disimulo para cizañarla y hacer que te regañara de mentirijillas) y casi a diario aún sacabas un rato para llevar a pasear “a la perra de mi hija” frase que solías decirme sonriendo y jugando con las palabras echando mano de ese humor socarrón tan típico de los hijos de Aragón.
Espero que a estas alturas, ya te hayas encontrado con Blas, Emilio, Bienve, Juanito, etc. y estaréis programando alguna actividad deportiva e incluso cuidar de algún huerto celestial donde los tomates, pepinos y lechugas correrán de tu cuenta y de los que disfrutaréis para acompañar los almuerzos que sin duda terminarán con un rico orujo de hierbas.
Mientras tanto, aquí nos seguiremos acordando de ti en cada excursión de senderismo donde seguro que cuando su dolor se atenúe nos acompañará tu “doble” Jorge y todos notaremos como te pones a su lado para protegerlo y de paso acompañarnos al resto de amigos para estar en contacto con la naturaleza a la que tanto amabas.
Luego, los días de partido, le acompañarás a La Romareda para agitar tu bufanda zaragocista al viento, a la espera de que tu Real Zaragoza te de una alegría y retorne a Primera División y que conociéndote igual desvías a un ángulo de la portería rival algún balón que se iba a ir fuera para echar una mano y contribuir a ese objetivo.
No se si se ha notado mucho, pero la intención ha sido decirte lo mucho que te queremos y que siempre permanecerás en nuestra memoria y en nuestros corazones.
Hasta siempre amigo.