NÚMERO DE ASISTENTES: 28
Había que seguir abriendo puertas que llevaban cerradas desde el año 2.019 y una de las que había pendientes eran las puertas de la Escuela de Hostelería de Miralbueno. Así que ni cortos ni perezosos, programamos una excursión de senderismo urbano para ir hasta allí (una excusa como otra cualquiera para pegarnos una buena comida).
Las 30 plazas que nos concedieron se agotaron rápidamente, aunque al final nos quedamos en 28 comensales por culpa de la gripe que comenzaba a hacer estragos. Ni que decir tiene que a la hora de salir de la Fuente de los Incrédulos para comenzar a caminar, apenas éramos ocho los que habíamos decidido ganarnos la comida (más de uno se rajó y decidió no aparecer por el lugar), pero éramos ocho de los que no se amilanan por tan poca cosa, así que tras unos minutos de espera por cortesía, nos liamos a andar a buen paso sin volver la vista atrás.
El paseo transcurrió por la orilla del Canal Imperial de Aragón, para luego seguir por los barrios de Valdespartera y Rosales del Canal hasta desembocar en el lago de Penélope Cruz donde una pareja más de caminantes se unió al grupo que ya no paró hasta llegar a la Escuela de Hostelería, acompañados los dos últimos kilómetros por una fina lluvia que acudió sin ser invitada y que nos hizo acelerar el paso.
En esta ocasión, en la escuela celebraban las Jornadas Gastronómicas Rossini, lo que nos condujo una vez apurado el cóctel de bienvenida, a la degustación de unas verduras salteadas (¡Dios, que paciencia tienen estos/as aprendices de cocinero para hacer esos dibujicos con unas pocas verduras!), seguidas de un delicioso Vichyssoise y un salmón con papillote, para finalizar con un conejo guisado en cerveza, todo bien regado con vino de Cariñena. El postre fue una delicia aunque nos costó encontrarle sitio en el estómago, pero una torrija caramelizada con helado de vainilla, bien se merece un sacrificio, vamos digo yo, y lo mismo debieron pensar el resto de comensales por que en breves momentos, en las mesas no se veía ni rastro de las torrijas por ningún lado.
Con una fuerte ovación fueron obsequiados todos los chicos y chicas que tanto se habían esmerado en hacer la comida y luego el que más ó el que menos, se agenció una participación de lotería de Navidad por si acaso a los hados se les ocurría aliarse con los alumnos y profesores de la escuela.
Apenas salimos del comedor, ya había algunos/as preguntando cuando sería la próxima visita a este lugar ú otro parecido, señal inequívoca de que la comida había gustado y de que la gente tiene ganas de recuperar el tiempo perdido. Así que habrá que pensar en continuar con las buenas costumbres y programar nuevas actividades, pero eso sí, con comida de por medio.