NÚMERO DE ASISTENTES: 74
Hacía tiempo que teníamos entre ceja y ceja recorrer esta zona de Navarra y que mejores excusas que contemplar el otoño en este hermoso paraje… y volver a comer en el Hostal Latorre de Liédena (uno de nuestros favoritos desde hace muchos años).
Está claro que por un motivo ú otro, ó por los dos, nuestra gente se volcó en esta excursión y hubo que echar mano del autobús de 72 plazas y aún así se quedó gente en lista de espera amén de una pareja que no se lo quiso perder y se vino en su coche; eso es afición y lo demás…otra cosa.
Todos estábamos muy ilusionados con el recorrido preparado y lo cierto es que no defraudó, porque después de un buen desayuno, la mañana siguió para todos con un sencillo pero ameno paseo que comenzó en las inmediaciones de Lumbier y que después de recorrer un curioso paraje plagado de esculturas en madera de la fauna autóctona, el sendero se internó por las orillas del río Salazar que nos permitió disfrutar de los hermosos colores otoñales que adornaban las elevadas casas de Lumbier y su antiguo puente.
Después de un tranquilo paseo hasta el parking de la Foz de Lumbier, el grupo se dividió en dos: los del recorrido corto bien conducidos por Alejandro.
Se internaron en la Foz atravesando un par de túneles con las linternas a pleno rendimiento y donde no faltó la música aportada por la corriente del río Salazar que bajaba bastante bravo después de las últimas lluvias caídas mientras los del recorrido largo se dispusieron a subir y subir (¡que manía la de ésta gente!) rodeando la foz por el corral de Alzueta y porque no había un sitio más alto.
Total para aparecer en el mismo punto que los del recorrido corto: el Puente del Diablo, un bonito rincón desde donde se contempla una preciosa garganta que aprisiona al río entre sus enormes rocas.
No faltaron a la cita las bandadas de grullas en su emigración hacia lugares cálidos ni las risas y chascarrillos que nunca faltan en nuestras excursiones. Sólo sobró la ligera lluvia que durante la última media hora no se quiso perder la excursión y eso que nadie la había invitado, pero ella es así y como bien dice un compañero de excursiones: “si queremos que el monte esté verde, bien tendrá que llover alguna vez”. A lo que alguna argumentó: “Bien podría llover por la noche”. Y enseguida saltó otra cuyo nombre no viene al caso: ”¡Como se nota que tu marido no es basurero!”
Como aún quedaban ganas y fuerzas para continuar, más de uno y más de cuatro prolongaron el camino hasta la misma puerta del Hostal Latorre pasando por el pueblo de Liédena enclavado allá en lo alto, mientras los demás regresaban hasta el parking de la Foz donde el autobús estaba esperando para llevarlos al restaurante.
En esta ocasión hubo tres nuevos “fichajes” que se sintieron muy a gusto con el ambiente del grupo…y con la abundante y rica comida que nos sirvieron después de terminar de caminar y ya sólo quedaba el trámite de regresar a Zaragoza de las manos habilidosas de César nuestro conductor que era la primera vez que venía con nosotros y que se admiró de lo bien que soplaban alguno de nuestros compañeros… y es que los chupitos hacen milagros.