NÚMERO DE ASISTENTES: 46
Después de dos excursiones seguidas presididas por la lluvia, algun@s de nuestr@s más asiduos participantes empezaban a ponerse nerviosos y se preguntaban si el buen fario que solemos tener los días de excursión había llegado a su fin. Tan es así que más de uno/a se reservó para mejor ocasión en espera de que se resolviese la incógnita, lo cual hizo que en esta ocasión “solamente” nos reunimos 46 andarin@s para ¡por fin! realizar esta excursión que el año pasado nos frustró la lluvia, ese elemento que tanto nos fastidia a l@s senderistas aunque luego nos encanta ver sus efectos en los campos y montes que recorremos.
La recompensa para l@s “creyentes” llegó en forma de una espléndida mañana primaveral donde el sol nos acompañó durante toda la excursión consiguiendo de esta forma dar más brillantez al recorrido preparado por Gamarra con ese mimo y minuciosidad como sólo él sabe hacerlo.
Mientras l@s 28 “tragamillas” comenzaban a caminar en Villareal de Huerva, el pueblo que tiene más huevos de todo Aragón (…por sus granjas de gallinas ¡malpensados!) el resto del personal se trasladaba en el autobús hasta el Santuario de la Virgen del Águila para desde allí bajar hasta Paniza y descubrir además de el verdor de su sierra y la altiva torre de su iglesia parroquial, las exquisitas anchoas del Bar “El Arco”.
La mañana transcurrió como suele ser habitual entre conversaciones, fotos, algún resoplido cuando el sendero se empinaba y un buen ritmo de marcha que hacía que el grupo se estirara en más de una ocasión. ¡Un taxi, por favor! reclamaba algun@ al llegar a Cerveruela, pero después de un ligero descanso en esta pequeña localidad, se continuó hasta la Virgen del Águila donde el autobús estaba esperando por si algún “floj@” decidía poner fin a la excursión. Sólo un@s poc@s lo hicieron más por “liarse” a comer anchoas en Paniza cuanto antes que por cansancio. El resto, china-chana, continuamos hasta acabar todo el recorrido como mandan los cánones.
Cuando llegamos a comer, en el Hotel Cariñena, el hambre estaba en su punto. Muy poco tardamos en acabar con todo la rica comida que nos pusieron delante y así, quedó tiempo para esas encarnizadas partidas de guiñote y esas charlas post-comida que tanto nos gustan antes de irnos todos juntos a visitar el Centro de Interpretación del Ferrocarril, donde Marco Antonio nos estuvo explicando la historia de la llegada del ferrocarril a Cariñena, los duros trabajos para hacer posible la obra, su impacto económico en el pueblo y su actual situación, bajo la atenta mirada de nuestra gente que afortunadamente todavía tienen ese espíritu donde se mezclan la curiosidad por aprender y el interés por conocer la pequeña historia de nuestra tierra.
Para que no se nos olvidase que por estas tierras sabe llover, cuando subíamos al autobús unas pocas gotas de agua nos lo recordaron, pero ya la jornada se había salvado y al llegar a Zaragoza, la lluvia había desaparecido.