NÚMERO DE ASISTENTES: 65
Más de 10 años habían transcurrido desde aquel 18 de Diciembre de 2.005, cuando la Federación Aragonesa de Montaña, nos encargó la organización del Belén Montañero de aquel año que nuestro grupo decidió instalar en el Monasterio de Monlora, y fue tal la aceptación del lugar que nos comprometimos a volver algún día por aquel paraje para disfrutar de nuevo de sus incomparables vistas.
Pero el tiempo pasa con velocidad vertiginosa y cuando no era por una cosa era por otra se iba dejando el cumplimiento de la promesa para otra ocasión. Por fin este año incluimos en nuestro calendario el regreso a Luna y la expectación fue grande pues el autobús estaba lleno con mucha antelación al día de la excursión.
Con lo que no contábamos era con el factor climatológico que nos gasto una broma de mal gusto. La lluvia anunciada el día anterior se presentó puntual a la cita y ya en el corto trayecto que separa Zaragoza de Luna, fuimos pensando en como solventar la jornada, ya que suspender la excursión suponía un trastorno enorme para el dueño del restaurante con el que habíamos concertado la habitual comida y se desechó tal opción por unanimidad de l@s excursionistas.
Una vez dada buena cuenta del desayuno (bocatas, “refollados” y magdalenas de la bien surtida barra del bar “El Collerón”), nos reunimos en el autobús y se decidió cambiar sobre la marcha el recorrido previsto por otro donde el barro no fuera un obstáculo más que añadir a la lluvia que no dejaba de caer. Así, un buen puñado de senderistas nos animamos a caminar por una pista asfaltada que nos acercó hasta el Castillo de Obano y como la lluvia cesó durante una hora, todavía nos animamos a prolongar un par de kilómetros más la caminata antes de regresar a Luna para visitar las dos iglesias románicas de Santiago y San Gil que se mantienen en pie desde el siglo XII.
Mientras tanto el resto de l@s participantes en la excursión se dedicó a visitar la panadería y la carnecería de Luna haciendo acopio de dulces y embutidos como si se avecinara una guerra, antes de comenzar la visita turística que guiada por la encantadora Angelines Tomás nos permitió conocer los tesoros de la villa incluido el bonito patio y el pozo de su casa que tuvo la gentileza de enseñar a todo el que quiso, obsequiando además con sus peculiares calabazas a todo el quiso llevarse a casa este recuerdo de la visita a Luna.
Todavía hubo un grupo de seis personas que dijeron que subían al Monasterio de Monlora aunque cayeran chuzos de punta y vaya si lo cumplieron, incluso derrotaron al autobús que subía al resto de la expedición para “devorar” la comida que se celebró en los comedores de dicho monasterio y que levantó el ánimo de las gentes de L’Andada y es que los boliches, las migas, la carne a la brasa y el bacalao ajoarriero tiene esa virtud desde hace muchos años.
Cuando los primeros copos de nieve comenzaban a caer sobre el monasterio, emprendimos el regreso a Zaragoza pensando en la próxima excursión del mes de marzo y es que nuestra gente es así, no rebla aunque la climatología se muestre adversa.