Cuanto interés y cariño habían puesto en la preparación de esta excursión Merche y Eduardo, esa pareja de incondicionales participantes de todas nuestras excursiones. Desde que los “liamos” allá por el mes de Octubre de 2.011 para que prepararan un recorrido por la zona del Valle de Tena que ellos conocen tan bien, ¡cuanto mal que se habrán dado para que todo estuviese perfecto! ¡Pero si hasta llenaron pozal a pozal el Pantano de Búbal para que estuviera rebosante de agua el día de la excursión!
No obstante alguna cosa tan poco controlable como el clima, se tenía que colar en el programa del día para que ante la previsión de ligeras lluvias, más de uno se “rajara” y eligiera la opción de quedarse en casa. Pero vamos a ver, ¿cuantas demostraciones más tenemos que hacer los componentes de L’Andada para que estos compañeros se convenzan de que es más poderosa nuestra suerte que todas las previsiones juntas de los meteorólogos más prestigiosos? Efectivamente, una vez más, el tiempo se alió con nosotros y disfrutamos de una mañana donde el sol se iba alternando con las nubes mientras todos juntos emprendíamos el camino hacia el Ibón de Piedrafita desde el pueblo que da nombre al Ibón. El precioso camino, jalonado por ese verde exuberante que sólo la primavera es capaz de ofrecer y el sonido y la visión de las aguas que bajaban alegres camino del Pantano de Búbal, eran una recompensa más que suficiente para compensar el esfuerzo de subir hasta el ibón y como remate cuando te asomas al balcón desde donde el ibón se muestra por completo con las montañas reflejándose en sus aguas, te acuerdas de los compañeros que se han perdido este espectáculo por miedo a una lluvia que de momento no se ve por ningún lado.
Después de la consabida foto de familia, emprendimos el camino de bajada y mientras los “menos andarines” se dirigían de nuevo a Piedrafita para subirse al autobús, el resto nos fuimos internando en el Hayedo de Betato, una auténtica maravilla de la Naturaleza, de poca extensión pero de una belleza que nos dejó a todos encantados con esas hayas enormes y verdes a más no poder y el suelo alfombrado de marrón por las hojas caídas en inviernos anteriores. Para completar el paisaje tan bucólico, comenzaron a sonar en las hojas los sonidos de las gotas de agua que para no defraudar a los excursionistas se sumaron a la fiesta. Era curioso comprobar que las hojas de las hayas se bastaban para impedir que la fina lluvia llegara hasta la gente. Otra cosa fue cuando salimos del bosque y comenzaron los truenos a sonar, pero el recorrido estaba tocando a su fin y cuando llegamos a Piedrafita y subimos al autobús, parece como si toda el agua y el granizo anunciado por los hombres del tiempo se hubieran puesto de acuerdo para caer de golpe en ese momento, pero como el autobús no tenía goteras, pudimos contemplar el espectáculo en butaca de primera sin mojarnos.
Enseguida llegamos a Escarrilla para comer en el restaurante “El Sarao” donde el bueno de Angel nos había preparado una estupenda comida, tanto que la mayoría optó por no merendar cuando llegaron a sus casas. No faltaron las partidas de guiñote o los paseos por el pueblo después de comer y durante el regreso, una cantidad de lluvia espectacular hizo bajar las temperaturas de forma brusca. No obstante, cuando llegamos a Zaragoza, la lluvia ya hacía rato que se había esfumado y la ciudad nos recibió con una temperatura de 25º C.
Sería de ingratos no terminar la reseña de esta excursión agradeciendo una vez más los esfuerzos de Merche y Eduardo (ó Eduardo y Merche que tanto monta, monta tanto), para hacernos vivir una hermosa jornada de senderismo y ya puestos, encargarles un nuevo recorrido para el próximo año 2.013 (siempre y cuando nos hagan un precio parecido al de este año, pues estamos en época de vacas flacas).