NÚMERO DE ASISTENTES: 66
Una vez más y ya hemos perdido la cuenta, Marina, nuestra amiga turolense (de Torrelacárcel por más señas) nos preparó una excursión para promocionar la provincia hermana entre nuestro grupo de Senderismo. Y una vez más el recorrido resultó todo un hallazgo. La única «pega» y en eso la buena de Marina no tiene ninguna culpa, es la lejanía de la comarca de Gudar-Javalambre de Zaragoza, lo que obliga a un buen madrugón además de un viaje turístico de casi dos horas y media.
Todo está bien empleado cuando se trata de recorrer un rinconcico de nuestro querido Teruel que para casi todos resultaba inédito: La Cascada de la Hiedra. Y además gracias a ello, pudimos contemplar la llegada del otoño a los chopos y otros árboles que empezaban a cambiar su habitual traje verde por otro con tonos amarillentos ó rojizos. Una vez superado el escollo del trayecto y dada buena cuenta de los bocadillos y otros caprichos gastronómicos que siempre aparecen al llegar al lugar del desayuno, comenzó la excursión rodeados de «seteros» que querían llenar sus cestas de rebollones y otras setas que por allí se crían por estas fechas. Alguno de nuestros compañeros se unió esporádicamente al tema y consiguieron un puñado de «negrillas» y algún rebollón despistado.
El recorrido, resultó desde el primer momento de lo más agradable: un bosque de pinos sin fin que jalonaba el Barranco del Lobo y que poco a poco nos fue acercando al paraje conocido como Fuennarices donde nos refrescamos con el agua que sale de sus tres caños mientras íbamos reagrupándonos en torno a la fuente y su estanque de claras aguas.
A partir de dicho punto, un ligero desvío para descubrir el Arco Natural donde todo el mundo quería una foto para recordar este bonito lugar y ya luego partir todos juntos hacia la Cascada de la Hiedra, un rincón precioso a pesar de que el salto de agua no se encontraba en su mejor momento de forma. Aún así y todo, el lugar tiene mucho encanto, rodeado de enormes rocas y con la presencia de un pequeño arco iris entremezclado con las aguas de la cascada.
Después de un sinfín de fotos, el reloj ese inexorable enemigo de los senderistas, dictó su sentencia: hay que pensar en regresar si queremos cumplir con el horario de la comida. Y como eso es sagrado para los componentes de L’Andada, pues ¡hala! todos a deshacer el camino que con más esfuerzo del previsto (incluida alguna pájara) nos hizo sudar de lo lindo porque todo hay que decirlo, el día era más veraniego que otoñal, el sol calentaba de lo lindo…y los años cada vez pesan más a bastantes compañeros/as.
Todo se arregló con una buena comida en el Hotel «La Rueda» donde todo el quiso pudo repetir ración y el posterior paseo por las calles de Mora de Rubielos donde siempre es agradable recorrer sus calles y sus principales monumentos como el Castillo, las plazas de la Iglesia y del Ayuntamiento, el Calvario, sus bonitos portales, casas señoriales con bonitos balcones y todo ello bajo la vigilancia de la Sierra de Javalambre que hacen de dicha localidad uno de los puntos más visitados de la provincia de Teruel.
Seguidamente emprendimos ruta de regreso a Zaragoza con una parada para que nuestra guía bajara en su pueblo. Una fuerte y merecida ovación se llevó Marina cuando se despedía emocionada de todos nosotros en su Torrelacárcel querido. Después casi todo el resto del grupo se dispuso a continuar con la «siesta» que algunos prolongaron hasta la entrada de Zaragoza.