La excursión de este mes de octubre era cosa de Conchita e Isidro que como siempre se entregan a estos menesteres de una manera exagerada, ¡no os podéis imaginar como cuidan todos los detalles! Y claro, cuando se pone tanto empeño y tanto cariño en una cosa, el resultado más lógico es que salga todo a pedir de boca: si el recorrido es chulo, la comida no se queda atrás y la visita de por la tarde siempre se mueve por cauces poco previsibles pero interesantes.
El día amaneció con cielos cubiertos, como si el sol llevara pantalones, pero en ningún momento apareció la lluvia. La temperatura era ideal para caminar aunque un poco exagerada para estos parajes, pero es que la Naturaleza esta un poco desquiciada con las agresiones que sufre a diario por parte de “la civilización” y claro, la paciencia tiene un límite…y la Naturaleza también, así que no es de extrañar que las características de las estaciones cada vez se confundan más entre ellas.
Después de desayunar en Calamocha, nos acercamos hasta la vecina localidad de Olalla para dar comienzo a esta excursión. La afluencia de andarines fue alta como viene siendo habitual desde hace algún tiempo y al final 68 participantes nos pusimos en marcha a eso de las 10 y algo de la mañana.
Mientras Conchita se encargaba de guiar a los mini-
Poco a poco fuimos descubriendo estas tierras turolenses donde ya empezaba a despuntar el otoño en los chopos dándoles ese color amarillento tan atractivo y enseguida pudimos avistar grandes extensiones de pinar flanqueando a la ermita de la Pelarda donde hicimos un pequeño alto para reagrupar efectivos y hacernos la foto de familia.
Como la velocidad de la bajada fue elevada, el tiempo previsto para la excursión se rebajo lo suficiente para que al llegar a las puertas de Olalla, decidiéramos prolongar la excursión a fin de echar un vistazo al famoso sabinar para que los compañeros/as que habían estado ya a primera hora allí no tuvieran que explicarnos como era dicho paraje. Allí pudimos admirar magníficos ejemplares de sabinas mientras un auténtico ejército de moscas “cojoneras” se empeñaba en ensañarse con nosotros como si quisieran vengarse de la invasión a su hábitat por parte del grupo L’Andada. No obstante, todo mereció la pena porque raramente se encuentra en Aragón un sabinar tan hermoso como este.
Con el tiempo justo, llegamos a Calamocha donde en el Mesón Mariano nos estaban esperando para servirnos una comida muy buena y abundante y seguidamente para completar la jornada un buen puñado de curiosos nos fuimos a visitar un secadero de jamones. Todos escuchamos con atención las explicaciones del dueño de la fábrica y raro fue el que no se llevó un buen montón de jamones…en su cámara de fotos. Algún comentario se oía diciendo que las sabinas de la mañana eran muy hermosas, pero el espectáculo de cientos de jamones colgando también tenía su punto.
Después de visitar la tienda del dueño del secadero donde tenían de todos esos productos tan ricos de nuestra tierra (incluyendo adoquines de dulce), emprendimos el regreso a Zaragoza en buena armonía como es costumbre en nuestro grupo.




