Una vez más acudimos a nuestra cita primaveral con la Escuela de Hostelería de Miralbueno y una vez más cumplimos con el rito de “ganarnos la comida” un grupo de impenitentes andarines que un poco para no entumecernos y otro poco para acallar la conciencia de lo que íbamos a devorar después en el comedor de la Escuela, nos dimos cita en el Puente de Piedra para caminar un rato por las orillas de nuestro querido Ebro, ese río por el que tanto hemos tenido que pelear en el pasado para evitar su trasvase y que ahora gracias a la larga temporada de lluvias que llevamos a la espalda luce en todo su esplendor con esas aguas abundantes que le dan un magnífico aspecto.
Conforme íbamos avanzando por la margen izquierda y recogiendo gente en los distintos puntos del recorrido (Puente de la Almozara y Puente del Tercer Milenio) bajo un sol muy agradable, no dejábamos de disfrutar de esta primavera especialmente florida que nos ha tocado en suerte este año. El paso por debajo de los múltiples puentes que adornan nuestro río nos hizo recordar los viejos tiempos donde muchos de ellos no existían y al pasar por el recinto de la Expo-
Luego más de uno/a se sorprendió al pasar por los sotos de este bonito entorno tan cerca de casa y tan desconocido donde la abundante vegetación sirve de refugio a numerosas aves que nos obsequiaron con su canto alegre barruntando sin duda la llegada del buen tiempo que tanto estamos deseando. Pero el tiempo ya apremiaba si queríamos llegar a tiempo para comer, así que una vez recogimos a la media docena de amigas que esperaban en el Puente del Tercer Milenio, enfilamos por la margen derecha del río hasta llegar al Parque Deportivo Ebro y de aquí de una tirada y acelerando porque ya los aromas de la comida se percibían en la distancia, llegamos al punto de encuentro con los “no andarines” que ya nos esperaban en el patio de la Escuela de Hostelería.
Ante una mesa adornada con gusto exquisito por los alumnos/as de la escuela comenzaron a desfilar esos aperitivos donde los canapés de mango y langostino se hacían acompañar de un Tartar de atún con huevo negro de codorniz, para seguidamente dar paso a unas ricas alcachofas con caldo de jamón de Teruel continuando con una coca de berenjena con ajo asado y sepionets. No podía faltar a la cita el pescado que en esta ocasión se trataba de un delicioso rodaballo con coquinas y navajas que desapareció de los platos como por arte de magia y a renglón seguido la carne hizo acto de presencia con una blanqueta de ternasco a la antigua usanza: con champiñones, zanahoria, patata, etc. todo ello en un lecho de exquisita salsa. Como colofón un postre denominado “Sorpresa de Miralbueno” donde convivían en perfecta armonía dos bolas de helado de limón con un excelente cafetero y tartas variadas. Todo regado con vinos y cava de la tierra como tienen por costumbre en esta entrañable escuela donde todos se afanan en alcanzar la perfección que un día les dé opciones de encontrar un puesto de trabajo en la hostelería.
Conjurándonos para volver en otoño, terminamos esta agradable jornada deportivo-