¡Con la ilusión que habían puesto Gamarra y asociados en esta excursión! Todo estaba estudiado y controlado para que resultase una excursión perfecta, todo menos la maldición del 23-
Ya camino de nuestro destino, la ventisca nos recordó esos documentales de la 2 sobre el norte de Europa donde la nieve en polvo arrastrada por el viento dibujaba sobre el asfalto un oleaje que daba escalofríos. Una vez desayunados, conforme avanzábamos hacia el punto de comienzo de la excursión, las perspectivas iban dando paso al pesimismo y cuando nos paró la Guardia Civil aconsejándonos que nos olvidáramos de la red de carreteras locales y que ¡cuidadín! hasta con las autonómicas, llegamos a temer hasta que no pudiéramos llegar a Valderrobres donde habíamos encargado la comida con el perjuicio económico que hubiera supuesto para los dueños del restaurante y más en estos tiempos donde el sector hostelero tanto está padeciendo la crisis ó lo que demonios sea esto que estamos viviendo.
Después de un buen rato parados en Calaceite donde el caminar por sus calles era como deslizarse por una pista de patinaje, nos decidimos a acercarnos a Valderrobres adoptando todas las precauciones posibles para no provocar un accidente. Por supuesto intentar hacer ni siquiera un pequeño tramo de la excursión era una temeridad porque la nieve caída, hacía que el barrizal fuera impresionante y nuestro grupo no se merece arriesgar una caída de nadie que pueda traer problemas de salud. Tiempo habrá para realizar esta excursión cuando el tiempo sea más favorable.
A cambio, pudimos disfrutar de un paisaje nevado donde la Naturaleza se esmeró en realizar unas hermosas imágenes. Los aficionados a la fotografía no desperdiciaron la ocasión de llevárselas a sus casas y cuando por fin llegamos a Valderrobres, el espectáculo de ver ese hermoso pueblo cubierto de nieve comenzó a alegrarnos el ánimo. Las vistas desde lo alto del pueblo, eran una preciosidad y cuando nos sentamos a comer en el Hostal Querol y comenzó a desfilar por las mesas la rica y abundante comida que nos habían preparado, se empezaron a desfruncir los ceños y las risas y conversaciones llenaron el salón. La apoteosis final, la puso una sinfonía de postres en la modalidad de “sírvase usted mismo”, seguida de los “licores digestivos” acompañantes del café.
Más de uno dijo quedarse con ganas de volver a merendar al restaurante, pero los 80 participantes de la excursión decidimos emprender el regreso a Zaragoza por miedo a encontrarnos en el camino de vuelta con una situación semejante a la del viaje de ida. Afortunadamente no fue así aunque entrar en la provincia de Zaragoza y empezar a reencontrarnos con nuestro “furioso cierzo” fue todo uno. En fin un día “atípico” para nuestro grupo de L’Andada que con lo que realmente disfruta es haciendo una buena caminata por la mañana, pero el hombre propone y la Naturaleza dispone. Esperemos que en la próxima excursión los hados nos sean favorables.