A pesar de la crisis, muchos compañeras/os y amigas/os de nuestra querida Cultural, decidimos juntarnos un año más para celebrar anticipadamente las Fiestas Navideñas y echarle buen humor a la situación tan penosa por la que atraviesa el país.
Y como siempre elegimos la Escuela de Hostelería de Miralbueno para comer allí, puesto que la relación calidad-
En esta ocasión elegimos un recorrido “verde” que comenzaba en el Parque Labordeta, subiendo hasta el Cabezo Buenavista, Jardín de Invierno y orillas del Canal Imperial hasta la Fuente de los Incrédulos donde había que recoger a los que aunque son buenos andarines, prefieren llegar a la Escuela de Hostelería con fuerzas para tomar un vermouth antes de empezar a comer.
Aunque la mañana estaba muy ventosa, lo que hizo que más de uno decidiera “perdonar” la caminata, siempre queda un puñado de buenos andarines a los que no se les pone nada por delante y haga frío ó calor, llueva ó truene, cogen las botas de siete leguas y a caminar. El sol, eso sí, no dejó de acompañarnos en toda la mañana, lo que hacía que se compensara la balanza del cierzo con la alegría que siempre proporciona ver el sol. ¿Cómo no va a haber depresiones en esos países del Norte de Europa donde se pasan meses sin ver el sol?
El otoño todavía retenía en los chopos y otro tipo de vegetación parte de su bonito colorido y el recorrido tanto en el Parque Labordeta como por las orillas del Canal fue muy vistoso. Luego el Parque Valdefierro donde el cemento es el amo y señor dio paso al magnífico Parque Oliver que sorprendió agradablemente a los que no lo conocían con su gran lago y su cuidado mantenimiento.
Después de un recorrido por dicho parque, se enfiló la Ronda Oliver donde casi se nos lleva el cierzo por delante hasta llegar a la escuela de Hostelería donde ya nos estaba esperando el profesor Alfonso al frente de su nutrido grupo de alumnos que una vez más se esforzaron tanto en la elaboración del menú como en el servicio haciendo las delicias de los comensales que en número de treinta iban saboreando los distintos platos, bien regados con vinos de la tierra y acompañados de fluidas conversaciones cuyo tono se iba elevando a medida que bajaba el nivel de las botellas de vino.
Brindando por un año nuevo que se lleve la crisis por delante, se dio fin a esta jornada tan agradable conjurándonos para volver el próximo año para no perder las buenas costumbres.