Aunque la programación reflejaba que la excursión de Noviembre era “Por tierras de Beceite” no se pudo llevar a cabo porque el compañero encargado de prepararla se vio imposibilitado de hacerlo por causas ajenas a su buena voluntad, así que deprisa y corriendo, improvisamos sobre la marcha y con la inestimable colaboración de Merche y Eduardo siempre dispuestos a echar una mano (en este caso 4 manos) montamos un nuevo recorrido por la zona que ellos más dominan: el Valle de Tena.
Gran preocupación llevaba el bueno de Eduardo en su cabeza, incluso Merche que aunque no decía nada, yo se que la procesión iba por dentro y es que ellos siempre quieren que todo salga a la perfección. ¿Hará buen día? ¿Estará bonito el paisaje? ¿Acudirá la gente de L’Andada?
Todo se resolvió como de costumbre: la participación fue un éxito (el autobús lleno), el paisaje espectacular con ese colorido que sólo el otoño es capaz de fabricar y el día …pues tuvo de todo, vamos que cualquier fenómeno meteorológico que alguien deseara ver, allí acudió a la cita puntualmente y si la mañana comenzó con niebla, que en algunos momentos no dejaba ver nada, enseguida se disipaba para dar paso a un sol resplandeciente que hacía brillar las tonalidades rojas, amarillas, marrones y verdes de todos los tonos con ese espectáculo cromático que sólo se ve en nuestro Pirineo. La vista de las cumbres más ó menos cercanas como Sierra Telera, Tendeñera, los Infiernos, Ariel, Foratata ó el Midi D’Ossau con nieve en lo más alto, completaban un panorama idílico.
La lluvia aunque con timidez también se quiso hacer notar, pero como los demás fenómenos atmosféricos, no duraba mucho y afortunadamente era muy suave. Como la niebla no dejaba ver la cumbre del Pacino en el momento de iniciar la ascensión, optamos por dejar la cima para mejor ocasión y cuando llegábamos al valle, el sol nos dejó ver toda la belleza de este pico y la vegetación que lo rodea.
El tiempo que se iba a emplear en hacer cumbre, lo sustituimos por un bonito paseo desde Sallent de Gállego hasta Lanuza por las orillas del río Gállego y el embalse de Lanuza ¡una auténtica gozada! que hacía volver la cabeza una y otra vez hacia los cuatro puntos cardinales para no perder detalle de la hermosura del paisaje. No faltó la parte sentimental a la cita cuando Eduardo nos contó la historia de una casa semiderruida en Lanuza donde la última habitante del pueblo prefirió suicidarse antes que abandonar su tierra y la de sus antepasados. La presencia de su espíritu todavía parece flotar en el ambiente cuando esparces la vista sobre los restos del pueblo viejo que debido a la poca agua almacenada en el pantano permite verlo con claridad.
Después una comida espléndida como siempre que vamos al Hotel Sarao, emprendimos el regreso a Zaragoza con nerviosismo por parte de los socios y aficionados del Real Zaragoza para llegar a ver el partido en su totalidad. Parece que sabían las emociones que iba a deparar el choque contra el “Depor” de La Coruña que tras adelantarse en el marcador fue “barrido” del campo hasta encajar un 5-