Ya está acabando el verano y ello trae consigo la reanudación de la temporada se Senderismo para las buenas gentes de L’Andada que como ocurre todos los años, les cuesta casi tanto como a los niños volver al colegio, el reiniciar ese “enorme sacrificio” de ponerse en contacto con la naturaleza.
Aún así nos juntamos 40 personas para realizar esta preciosa excursión preparada con mimo y esmero por nuestros compañeros Fernando y Norberto ó Norberto y Fernando, que tanto monta monta tanto. ¡El mal que se da esta pareja para que todo quede perfecto! Pero todo trabajo tiene su recompensa y la suya sin duda, es ver la cara de alegría de la gente cuando asciende por esos hermosos senderos de nuestro Pirineo y descubre una vez más lo afortunados que somos los aragoneses de nacimiento ó de adopción al tener tan a mano este magnífico pulmón verde.
Después del calor bochornoso de los últimos días en Zaragoza, nos reconfortó la suave temperatura de Canfranc y con buen ánimo y después de desayunar comenzamos a ascender por un sendero rodeado de abetos y hayas que debido al espesor, no dejaban pasar los rayos de un sol espléndido que nos acompañó todo el día.
Poco a poco, empezaron a sobrar las ropas de abrigo y el sudor comenzó a aparecer en los rostros de los caminantes. Muy pronto apareció el Refugio de la Casita Blanca desde donde se disfruta de unas hermosas vistas de Canfranc con su estación internacional como dueña y señora del paisaje, pero la jornada no había hecho más que comenzar y continuó la ascensión que en el desvío que indicaba “Caseta del Vasco” separó al grupo en dos mitades (más ó menos).
Mientras un grupo se iba con Norberto dirección Picaubé, el resto partió con Fernando hasta la Caseta de la Cueva, metida bajo un murallón de piedra impresionante. Aquí bastante gente decidió que ya tenían bastante ración para primer día y tras dar buena cuenta de melocotones, plátanos y bocatas, emprendió el regreso mientras los doce de siempre continuaban hacia la Caseta del Vasco. Tras atravesar un túnel oscuro como boca de lobo, apareció ante nuestros ojos el Barranco de San Epifanio ¡espectacular! Después de unas duras rampas que nos hicieron sudar de lo lindo, nos dejaron en la Caseta del Vasco desde donde se tienen unas vistas preciosas de Lecherines, el Águila, Canfranc…en fin una auténtica gozada para la vista.
El tiempo se nos echó encima y Fuente Elvira tendrá que esperar a mejor ocasión para recibir nuestra visita. El descenso se prolongó por Picaubé y la pista del Col de Ladrones para ir a “darnos de morros” con la estación de Canfranc y oír los comentarios de siempre: ¡Qué lastima de estación! ¡Con lo bonita que es y que poco aprovechada! Para terminar como buenos aragoneses con esa mezcla de fatalismo y resignación: ¡No verán nuestros ojos pasar el “canfranero” hasta Francia!
Cuando por fin nos sentamos en el restaurante “El Rincón del Pirineo”, todos teníamos ganas de descansar…y de comer, pero Manolo, su dueño, nos había preparado una apetitosa comida que nos supo a gloria, dando buena cuenta de ella en medio de las “grandes charradas” de costumbre. Aún sacamos tiempo para visitar después ALURTE un nuevo Centro Pirenaico de interpretación de Aludes y una pequeña exposición sobre los trabajos en Telefónica allá por los años 20. Vamos, lo que se dice un día completo